Educación emocional ¿Se enseña, se aprende? ¿En casa, en la escuela?
Por: Natalia A. Alioto
Lic. en Educación Especial
En la actualidad, el tema emocional está en boca de todos, tanto adultos como niños. Personalmente, debo decir que me pone feliz que se esté poniendo atención a este tema desde hace ya algunos años y sea plática de mesa en todas las casas y escuelas.
Se escucha hablar de las emociones, se leen cuentos, se fabrica material emocional, se compra y se tiene en los salones y repisas de casa juguetes o materiales específicos. Se observa un mayor conocimiento del porqué es importante abordar estos temas en la escuela. Y luego los niños llevan esta plática a la casa.
Se está produciendo una toma de conciencia a nivel global sobre la importancia de conocer y gestionar nuestras emociones. Empatizar con los amigos de la escuela, con los compañeros de trabajo, el maestro hacia el alumno, y todo con el fin de ser en el futuro, en el caso de los niños, y nosotros ahora, adultos capaces de identificar nuestros pensamientos que nos llevarán a sentir y actuar de una determinada manera.
Todo esto suena hermoso, y cuando se plantea así todos queremos conseguirlo, pero en algún punto lo siento idílico.
Cuando escucho que las escuelas darán talleres para niños enfocados en el desarrollo emocional, proporcionando herramientas y dedicando tiempo diario a explorar sus sentimientos, no puedo evitar reflexionar sobre esta iniciativa. Observo a mi alrededor y percibo que todos los adultos, padres y docentes, sonríen entendiendo que este es el nuevo camino a transitar.
Pero yo me detengo, casi congelada, y lo único que puedo pensar es “¿cómo vamos a enseñar a los niños, si nosotros, padres y maestros, no hemos pasado por este proceso? ¡No hemos trabajado en nuestras emociones, no sabemos gestionarlas! Entonces, ¿cómo vamos a predicar sobre ello?” ¡Qué ironía!.
Por eso encuentro fascinante la idea de abrazar este enfoque y soy la primera en apoyar la integración de la educación emocional tanto en el ámbito familiar como en el escolar. Sin embargo, considero fundamental mantener coherencia entre lo que buscamos y cómo lo implementaremos. Para lograrlo, es crucial primero que los adultos nos eduquemos y nos preparemos adecuadamente. Solo así podremos guiar a nuestros niños a lo largo de este proceso.
La educación emocional no se enseña como las matemáticas o la lectoescritura; es un proceso vivencial, donde se experimenta, analiza y reflexiona tanto individualmente como en relación con los demás. Requiere habilidades como saber escuchar, ser paciente, reflexionar, autoindagarse, aceptar sin juzgar, entender con el corazón y no con la razón, fluir, confiar.
Y sabiendo esto, invitaría a todos los adultos a reflexionar sobre si poseen algunas de estas herramientas emocionales. ¿Estamos preparados para pararnos frente a un grupo de 20 niños y enseñarles a sentir, gestionar y adaptarse para obtener mejores resultados?
Digo SÍ A LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN CASA Y LAS ESCUELAS, trabajando en equipo, padres y maestros, capacitándonos para guiar al niño en este camino, con el apoyo de los dos pilares fundamentales: la familia y la institución escolar.
Me gusta mucho cuando llego a las escuelas a observar el trabajo con los niños, y veo que las misses comienzan el día preguntando: “¿cómo están hoy?, ¿qué te puso feliz, qué te entristeció?”. La belleza de los niños contando todo lo que pasó en casa, qué dijo papá, qué hizo mamá, con lujo de detalles. Y he escuchado respuestas del maestro, como: “Ok”; “ los papás siempre tienen razón”; “lo que las mamás hacen siempre está bien”; y recomendaciones para el niño como ser: “la próxima vez pórtate bien, así papá no se enoja”.
Aquí es donde digo que el docente del salón no tiene herramientas, porque ni siquiera puede gestionar sus propias emociones. Y ante estas respuestas mi alegría de que se aborde el tema emocional, se transforma en desilusión y frustración, porque no solo no están ayudando a elaborar las emociones, sino que estamos introduciendo en la cabecitas de niños de 4, 5 y 6 años, ideas erróneas de comportamiento, y de pensamientos.
Si se abre esta cajita de emociones y un niño comparte que está triste porque su papá le jaló de la oreja, debemos tener el manejo emocional adecuado para abordar el tema. Es importante conversar sobre cómo se sintió, por qué experimentó esa emoción y qué sucedió antes y después del incidente. Evitar preguntar “¿qué hiciste?” porque eso lleva a una idea preconcebida que el niño hizo algo incorrecto y lo merecía.
No significa que el maestro oficie de terapeuta pero, si va abordar un tema emocional, debe contar con la preparación necesaria para escuchar, ayudar y sostener a ese niño.
Por eso primero es importante la capacitación para nosotros, los adultos, para luego así mostrar a nuestros niños este maravilloso mundo de las emociones.
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