Kinesiofobia o miedo al movimiento
La kinesiofobia es el miedo patológico a realizar ciertos movimientos que puedan provocar dolor o empeorar una lesión previa, y que lleva a los pacientes a limitar ciertas actividades físicas y sociales.
La evitación del movimiento doloroso es una respuesta normal ante una lesión aguda, y eso evita el empeoramiento de la lesión y facilita su recuperación. Sin embargo, si esa actitud de omisión del movimiento se prolonga más de lo necesario puede afectar severamente a la recuperación funcional, perpetuar el dolor y condicionar importantes discapacidades. Se asocia al catastrofismo, que es la creencia de que una lesión puede empeorar catastróficamente con un pequeño estímulo.
El dolor es una sensación subjetiva compleja determinada por numerosas vías neuronales en la que, además de los estímulos físicos, influyen la experiencia previa y los esquemas aprendidos de respuesta ante el dolor. El miedo al dolor incrementa la sensibilidad al mismo, y la kinesofobia aumenta la sensibilidad dolorosa de la zona que tememos mover.
La inmovilidad por evitación lleva a mantener posturas rígidas de forma mantenida que, además de favorecer bloqueos de movilidad y limitar la funcionalidad de una región/articulación, repercuten en otras zonas que se ven obligadas a forzar su movimiento para suplir a la región deficiente.
Diversos estudios han relacionado la kinesiofobia con la aparición de dolor lumbar crónico, del síndrome de dolor regional complejo, y del síndrome de fatiga crónica; y se ha visto que condiciona limitaciones funcionales en el movimiento de rodilla, cadera, cuello, columna y de todo el miembro superior.
Por otra parte, hay numerosa evidencia científica que demuestra que el abordaje de la kinesiofobia -ayudar a vencer el miedo al movimiento- durante la recuperación/rehabilitación de los pacientes que la sufren mejora su recuperación, disminuyen la sensación de incapacidad, el dolor percibido y aumentan la calidad de vida en diversas patologías.
La kinesiofobia puede detectarse con cuestionarios validados, como la Escala de Tampa o la Escala de Síntomas de Ansiedad por el Dolor; y su tratamiento posterior implicará, además de las habituales terapias de rehabilitación física, el abordaje de factores cognitivo-conductuales, es decir, estudiar y corregir las ideas y actitudes que nos limitan en la recuperación.
El miedo es una emoción básica que permite al ser humano protegerse de estímulos amenazantes y adaptarse al entorno en el que vive. Cuando se trata de un miedo irracional que interfiere o paraliza la vida cotidiana de la persona se debe proceder al tratamiento psicológico.
El abordaje cognitivo-conductual suele implicar la exposición progresiva a las situaciones y movimientos que nos atemorizan. Cuando el paciente abandona sus mecanismos de evitación del dolor, sin que ello tenga consecuencias catastróficas, se refuerza una actitud positiva hacia la recuperación.
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Por: Fisioterapeuta Manuel Zárate
Rehabilitación física
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