Aprender de la naturaleza
Qué complejo resultaría para nosotros decir que lo que nos hace diferentes también nos puede unir. Y no es una aseveración contradictoria pues, aunque a lo largo de la historia nos encontramos con que las diferencias de territorio, de apariencia, de lenguaje, vestimenta o color, han delimitado y seccionado a la sociedad durante siglos, hoy puede ser diferente.
¿En qué radica nuestra diferencia con otras personas si al final todos somos humanos? Seguramente alguna vez te has preguntado qué factores hacen que una persona con determinada nacionalidad sea tan diferente a otra, a pesar de compartir ciertos rasgos en común.
Y es que existen tantos puntos de vista para analizar un mismo objetivo que son incontables las cosas que nos hacen distintos. Sin miedo a equivocarme diré que el hecho de ser diferentes ha sido más motivo de disturbio entre las naciones que de acercamiento.
Hoy en día, podemos apreciar la diversidad desde una perspectiva más integral que nos ayuda a entender que no estamos solos en esta larga carrera del vivir, sino que las personas importan, su historia, sus creencias, su manera de pensar, sus formas de vida, su cosmovisión y sus experiencias; y que a pesar de estar en el otro lado del planeta podemos tener cercanía y unión por medio de nuestra expresión.
La tecnología, y el cómo la usamos, nos ha dado acceso al conocimiento y a la exploración de otras culturas. A través de un video podemos ver cómo las personas viven y se desarrollan. Lo que para unos puede ser sinónimo de carencia, para otros es una riqueza inexorable.
Está bien, no tenemos que ser iguales para merecer respeto y admiración, ni para ofrecer esos valores como tributo a otras formas de vida. Y a estas alturas del camino, tampoco podemos hacer como que no existen otros en este planeta que sienten, piensan y viven, aunque no sean como nosotros mismos.
Al mirarnos frente a un espejo, podemos ver que nuestra persona ha sido construida por un sinfín de elementos que hemos rescatado y adaptado de otros. No que seamos una réplica, pero estamos hechos de lo que hemos consumido en nuestro entorno, de cómo hemos alimentado nuestro bagaje, nuestro intelecto y nuestro espíritu.
¡Qué fácil sería vivir si tan sólo aprendiésemos a asimilar y respetar que no somos los únicos! Aunque como humanos, el egoísmo es inherente a nuestro ser. Pero aún podemos luchar contra esos rasgos de nosotros mismos que perturban la estabilidad de otros.
Nuestra lucha no es contra los demás, la batalla debería ser interna. No nos toca derribar murallas, encender el fuego contra nuestro hermano ni lanzar cañones al país vecino, de eso ya hemos tenido demasiado. Aunque si nos tocara defender y luchar por lo que amamos, segura estoy de que lo haríamos, porque aún dentro de nuestras entrañas está el guerrero que defiende a viva voz lo que ha declarado como suyo. Mas hoy debemos entender que lo que nos toca cuidar es a nosotros.
Y que al hacerlo podremos preservar para el futuro la herencia de nuestra diversidad. Porque también luchamos para que la palabra diferente deje de ser una que tenga una connotación negativa, para que nos alejemos de ser homogéneos y que nos perdamos como un grano de arena en la playa.
Pero has de saber que aún la arena del mar, si te acercas podrás notar que ningún granito es igual entre sí. Hoy nos toca aprender de la naturaleza, que respeta, que comparte, que sólo se preocupa por cuidar de los que viven en ella, de los que ama, como si supiera que forman parte de un todo.
El 21 de mayo se celebra el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo; formemos parte del activismo social que esto conlleva, que podamos ver el poder transformador de la unión, aceptando que la cultura es auténtica, genuina y verdadera.
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Por: Romelia Márquez Puente
Etiquetas: Edición 128