El camino de la solidaridad
Estamos llegando al final del año 2022 y, por lejano que parezca, muchas personas apenas están retomando el vuelo después de una pandemia que paralizó al mundo entero. Y si miramos atrás podemos ver con nostalgia aquello que nos lastimó y que nos dejó ausencias, tristeza, desolación y mil proyectos por concluir.
Pero ¿cuál debería ser el resultado después de atravesar por algo así? ¿O es que nuestra humanidad está tan perdida que ni siquiera tuvo un impacto en nosotros? ¿Será que simplemente volvimos a ser los de antes? ¿O quizás pudimos desarrollar los valores más trascendentales de la humanidad?
Quiero pensar que cuando hablamos de que el mundo avanzó en la historia, hemos crecido como seres humanos y ahora somos un poco más resilientes, empáticos y solidarios.
La solidaridad es sin duda una pieza importante en la reconstrucción de nuestras vidas, pero esta no viene sin un contexto de hermandad, uno donde el hacer comunidad sea lo mínimo indispensable para poder desarrollarnos a nivel personal.
Por años se ha sabido que la solidaridad es necesaria, tanto que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 20 de diciembre como Día Internacional de la Solidaridad Humana.
Y en este lado del mundo, la fecha coincide con la época navideña, que en términos generales nos evoca un espíritu de unión con nuestros semejantes. Y aunque, sí, es en ese contexto donde podrían germinarse los mejores deseos los unos por los otros, deberían permanecer entre nosotros no sólo en función de un evento determinado.
Por optimista que parezca andar por la vida por el camino de la solidaridad es la única forma de llegar a alcanzar una sociedad que busque la paz y que sea desarrollada económica y socialmente.
Más que preocuparse por los que nos rodean, la clave está en ocuparse por suplir las necesidades de quienes están en una situación menos favorable que la nuestra.
Que si bien es una preocupación que se puede dar de manera general como países, también debería ser de nuestros objetivos de manera particular, para que desde lo individual cooperemos en la construcción de una realidad donde haya espacio para cada uno.
Cuando hacemos el bien por los demás, cuando dejamos de lado nuestro egoísmo, nos enriquecemos, porque al compartir no sólo estamos supliendo una necesidad ajena, sino que también se llena nuestro interior. Y ese enriquecimiento viene al hacer pequeñas acciones solidarias todos los días. Sólo de esa forma caminaremos juntos hacia un mundo mejor.
Por: Romelia Márquez Puente
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